Alta cocina cuyana de producto, vinos con carácter, un lemon pie con historia y siete pasos que abrazan el paisaje. Así fue mi almuerzo en Zonda, el restaurante de Bodega Lagarde con una estrella Michelin.
Hay menús que se imprimen en una hoja. Y otros que te los recita el viento.
Zonda, Cocina de Paisaje, queda en Bodega Lagarde, en Luján de Cuyo. Su ambiente es cálido, y su arquitectura ideal para disfrutarlo en esta estación, con su galería vidriada que permite disfrutar de la tibieza del sol, y nos protege de la brisa fresca. Aunque también te pueden prestar una mantita si te acomodás en los sillones de los jardines para la sobremesa.

En un pedacito de tela te cuentan la leyenda del viento Zonda. No hay menú impreso, pero hay poesía. O al menos, cocina bien contada. En Mendoza, el Zonda no es cualquier viento. Es caliente, seco, viene del oeste y aparece cuando menos lo esperás. Suele soplar entre mayo y octubre —en pleno otoño y todo el invierno—. Es como un espíritu ancestral al que ya se lo respeta por costumbre.

En cambio este restaurante no te ataca, te abraza, con un Pinot de altura, una tortita “raspada”, y un postre inspirado en la mamá del chef.
Este otoño, el Zonda sopla distinto. Y sopla a favor.

El lugar
La experiencia empieza apenas llegás: te reciben con un vermouth blanco de la casa, hecho con Moscato y hierbas de su huerta. No se vende, no tiene etiqueta, ni nombre. Solo existe ahí. Una flor flotando y una copa que te baja la guardia.
El espacio es luminoso, y los viñedos amarillentos se meten al salón a través del reflejo de los vidrios. El servicio es joven, amable, simpático. Y eficiente, que no es poco. El chef Augusto García no estaba, pero todo funcionó como si estuviera. O mejor dicho: como si todos entendieran el lenguaje de esa cocina.
Los platos: entre mantas, vinos y sorpresas

El almuerzo empezó con una croqueta de morcilla y pera, crocante por fuera, melosa por dentro. Venía acompañada por un consomé vegetal claro, delicado, pero con estructura. Estoy segura de que a más de uno lo transporta a la sopa de la niñez. El maridaje fue un rosé tipo claret, hecho con Malbec y Semillón de un viñedo antiguo. Ligero, con carácter. Como el comienzo de una charla que promete.

Luego llegó un plato simple y suave: zapallo, hinojo y manteca, coronado con flores. Otoño vegetal en su versión más amable. Una buena manera de mostrar el producto. Reconocible. Sin ruidos agregados. Acompañado por un White Blend 2023 de Proyecto Hermanas: Chardonnay, Sauvignon Blanc, Pinot y Semillón, en un equilibrio que parecía obvio pero no lo era.

Y después, uno de esos platos que te quedan: membrillo en distintas texturas, crocante de pistacho, aceite de puerro y una salsa picante de ajíes (Gochujang). Dulce, salado, ácido y picante, todo en uno, sin alardes. El Sauvignon Blanc que lo acompañó no buscaba robar escena, pero sostenía la intensidad con altura.

La cocina de Zonda tiene eso: no es agresiva, pero cada tanto te suelta una trompada suave. Una que se agradece. Como el canolo de zanahoria que llegó después. Estaba relleno con ajo blanco y cajú, con mousse de caqui, queso parmesano y ratatouille. Texturas, temperaturas, dulzor inesperado. Maridado con un Pinot Noir de Gualtallary, con más agarre del habitual. Esa singularidad que te hace prestar atención.

Entre plato y plato, el servicio trajo pan casero y tortitas raspadas mendocinas, hechas a la parrilla. Los acompañaban pickles, queso de cabra, parmesano, y un aceite de oliva blend de la casa (arauco y manzanilla). Nada disruptivo. Todo rico.

Después, otra sorpresa: una reversión del pastel de papa. Base de hojaldre, relleno condimentado como se debe (pimentón, comino, ají molido), espuma de papa encima y cebolla crocante para terminar. Te sugerían comerlo con la mano. Acompañaba un Malbec de Primeras Viñas: elegante, con crianza justa, de esos que no te pesan. Es de los que compraría para hacer un buen regalo.

Y entonces llegó el plato principal, presentado como un homenaje al asado argentino. Un ojo de bife impecable con puré de espinaca, rodeado de pequeñas porciones como en bandeja de almuerzo otoñal: chauchas con mayonesa casera y miel picante, puré de papa con demi-glace de hongos y alcaparras fritas, repollo asado condimentado, y una ensaladita de la huerta con vinagre de cabernet y muchas flores (a la vista, podríamos decir que primaveral). Y después otro corte de carne ahumado con jarilla.

El vino: Henry Gran Guarda 2021, un blend serio, profundo y muy bien vestido.

Para limpiar, un sorbete de manzana verde. Refrescante y breve. Y el postre. Una versión del lemon pie que no pretende likes, sino emoción. Lo presentó Estefanía, pastelera del lugar, que nos contó que fue el primer postre que el chef Augusto aprendió a hacer con su mamá. Tiene más acidez de la habitual, y te piden que comas todo junto, sin separar nada.
El espumante que acompañó ese final fue un Blanc de Noirs 100% Pinot Noir, Millesime 2020, ya con unos años en botella. Crujiente, ácido, ideal para el limón del postre.
Para terminar, petit fours: un churro delicado con dulce de sésamo blanco, un bombón de chocolate amargo con nuez moscada, y una infusión sencilla para cerrar. Nada más. Nada menos.
De este Zonda, quiero más
Sí. Porque no es un restaurante que te despeina: es uno que te acaricia. Porque cada plato tiene fuerza, pero que no arremete. Porque hay despliegue, pero no ruido. Porque es cálido, y te abraza sin ahogar.
Nos fuimos en silencio. Porque cuando la comida está buena, no hay que agregar tanto. Salvo un gracias gigante.

Zonda, Cocina de Paisaje
- Ubicación:Bodega Lagarde, San Martín 1745, Mayor Drummond, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina
- Instagram: @zonda.lagarde
- Web: lagarde.com.ar
- Reservas: WhatsApp +54 9 261 302 3412 | zonda@lagarde.com.ar
- Horarios: Almuerzos de martes a sábado
- Opciones: Menú vegetariano disponible
- Servicios: Accesible para personas con movilidad reducida, estacionamiento propio, seguridad, sommelier y carta de vinos, y vinos por copa.