Por Alicia Sisteró
Argentina sumó 14 restaurantes en los Latin America’s 50 Best Restaurants 2025 teniendo en cuenta la lista extendida de 100. Hubo ascensos que entusiasman, caídas que duelen y 3 ingresos que renuevan energía. Analizo qué pasó, y por qué, más allá de los premios, necesitamos unirnos como destino gastronómico para volver a ganar protagonismo regional.
La edición 2025, presentada el 2 de diciembre en Antigua, Guatemala, ofrece un panorama sincero y, en algunos aspectos, incómodo para Argentina. Si bien el país pasó de 13 restaurantes en 2024 a 14 en 2025 considerando el total de 100 puestos (50 principales, y 50 más con la lista extendida), la estabilidad numérica no cuenta toda la historia. El verdadero movimiento está en el reordenamiento interno, en cómo nos ve la región y en la capacidad —o dificultad— que tenemos para actuar como un destino integrado. Lo digo desde un lugar muy concreto: conozco veintiocho de los cincuenta mejores restaurantes de la lista 2025, y cuarenta y tres del total. Los vi trabajar, probé sus platos, escuché sus relatos, hablé con sus equipos. Esa experiencia me permite celebrar lo bueno, analizar lo que duele y pensar qué camino creo que necesitamos tomar.

El top cinco de Latam este año confirma una tendencia que quienes viajamos y comemos en la región ya veníamos percibiendo. El Chato, elegido como el mejor restaurante de Latinoamérica, es un número uno absolutamente coherente con el presente de Colombia. La escena colombiana está en plena expansión: fresca, dinámica, con identidad y ambición. Conozco el trabajo de Álvaro Clavijo desde adentro —lo entrevisté, lo vi cocinar, lo vi en servicio, lo vi liderar— y nada en su victoria me sorprende. Kjolle, el proyecto de Pía León en Lima, quedó segundo y representa una alegría enorme: las mujeres siguen sin ocupar la cantidad de espacios que deberían en los podios regionales, así que verla en ese lugar es tan justo como inspirador. El tercer puesto fue para Don Julio, que dejó el número 1 de 2024 pero continúa como uno de los restaurantes más influyentes del continente; y Mérito (Lima) junto con Celele (Cartagena) completaron un podio diverso, sólido y con una narrativa muy clara.
Un año de movimientos intensos para Argentina
Dentro del top 50, Argentina tuvo un movimiento intenso. Don Julio, ahora tercero, sigue firme. Niño Gordo, en cambio, protagonizó uno de los ascensos más contundentes y llegó al puesto 21. El Preferido de Palermo también avanzó posiciones y se instaló en el 24 con una naturalidad admirable. Aramburu creció hasta el puesto 35, un reconocimiento acorde a su trayectoria y consistencia. Crizia alcanzó el número 40 y entró por primera vez al top 50, un hito que también marca su constancia (además el chef Gabriel Oggero este año recibió 2 cuchillos de Best Chefs Awards). Trescha, que había estado en el puesto 33 en 2024, descendió apenas al 36. Julia, uno de los proyectos porteños más queridos, bajó al 50 y quedó justo en el límite del top. Y Alo’s avanzó hasta el 77 manteniendo regularidad.

También hubo descensos fuertes. Gran Dabbang, que el año pasado ocupaba el puesto 18, cayó al 70. Increíble. Mishiguene, que estaba en el 29, descendió al 69. Me causan mucha curiosidad las razones, si las hubiera. Y Azafrán, el único restaurante mendocino de la lista, retrocedió del 84 al 97. Esa caída no invalida nada: Azafrán sigue representando al interior del país con un trabajo serio, honesto y sostenido.

En contraste, los ingresos nuevos de 2025 trajeron aire fresco. El Mercado, en su debut, quedó nada menos que en el puesto 27 (no lo conozco, nunca fui, un desconocido para mí): un ingreso altísimo para un restaurante nuevo en el listado y de corta vida. Ness, en el 64, aportó energía joven y contemporánea a la escena porteña. Y El Papagayo, desde Córdoba, entró en el 78, devolviéndole al interior una presencia que se había perdido en 2024. Las salidas fueron Anchoíta y Mengano, dos proyectos admirados y visiblemente queridos por los comensales: un bajón para quienes somos admiradores.

Más allá de los movimientos concretos, hay algo que merece reflexión: la ausencia de proyectos argentinos en 50 Best que brillan en otros sistemas de premiación. Algunos restaurantes con estrellas Michelin no aparecen en 50 Best. Otros chefs reconocidos con cuchillos en The Best Chef Awards tampoco figuran aquí. Y varias bodegas argentinas posicionadas en World’s 50 Best Vineyards —como Casa Vigil, Salentein, Zuccardi, Durigutti o Catena— directamente sus restaurantes no están en este ranking. Que no aparezcan no habla de su calidad, sino de la diversidad de lógica interna en cada premio, de quién vota y de qué valora cada sistema.
Cuando la unión hace la diferencia
Algo parecido ocurre cuando miramos la evolución de otros países. Y acá es imposible no detenerse en Chile, que tuvo un 2025 realmente impresionante. Durante años, Boragó sostuvo casi en soledad la representación chilena dentro del top cincuenta. En 2024, Chile tenía apenas un restaurante dentro del top 50 y seis más en la lista extendida. Pero en 2025 la escena explotó: cinco restaurantes chilenos se ubicaron entre los mejores cincuenta —Boragó, Casa Las Cujas, Yum Cha, Karai y Demo Magnolia— y varios más siguieron alimentando la lista de los puestos 51 al 100 (La Calma by Fredes, Pulpería Santa Elvira, Demencia, Fukasawa). Lo más notable no es solo la cantidad, sino la sensación de bloque: se percibe unión, colaboración, un relato compartido. Cocineros que viajan juntos, que se mencionan, que se recomiendan, que comparten mesas, que se empujan mutuamente hacia arriba. Esa cohesión no es un detalle menor: es una estrategia. Y funciona. Chapeau.
En Argentina, esa unión se percibe con más claridad entre algunos proyectos Michelin, pero no tanto entre quienes aspiran a destacar en 50 Best. Falta una narrativa común, falta una estrategia de destino, falta equipo. Tenemos un talento extraordinario, diversidad geográfica y cultural, productos únicos y una historia gastronómica que es un privilegio. Pero sin un movimiento colectivo, sin una construcción sostenida en conjunto, es muy difícil competir con escenas que empujan todas hacia la misma dirección.
El mejor sommelier de Latam: un orgullo para Argentina

Uno de los momentos más celebrados de la noche fue el Beronia Latin America’s Best Sommelier Award 2025, que quedó en manos de un profesional argentino, Maximiliano Pérez (El Mercado de Bs. As.). Y tiene todo el sentido: Argentina es uno de los países con mayor producción de vinos en la región, y una gran cultura enológica, con un servicio cada vez más preciso y una formación sólida que se refleja en las cartas, en la hospitalidad y en la sensibilidad con la que se acompaña cada plato. Este reconocimiento confirma algo que dentro del sector ya sabemos: la sommeliería argentina combina técnica, territorio y calidez. Un premio merecido que habla tanto del ganador como de una tradición que nos atraviesa como país.
El lado luminoso y el lado ciego de los premios
Los premios (muchas veces) traen beneficios reales: posicionan destinos, atraen turismo, generan más reservas, más ventas, más empleo y más prestigio. Cuando un restaurante entra en 50 Best o escala posiciones, la visibilidad internacional se dispara, se fortalecen los proveedores locales, se venden más productos del territorio y el país gana un impulso emocional que no es menor: orgullo, identidad, patriotismo gastronómico. Los premios, bien entendidos, pueden ser motores que empujan a toda una escena.
Pero ahí aparece un punto que para mí es importante. Los premios no son definitorios. Lo repito porque es importante: no te definen. Son interpretaciones. Son subjetivos. Dependen de votantes humanos, de criterios cambiantes, de conversaciones internas que nadie ve. Pueden motivar, pueden elevar la vara, pueden traer turismo; pero también pueden desviar el foco cuando alguien se obsesiona y deja de mirar lo esencial: la cocina, el salón, la calidad humana y profesional de los equipos. El trabajo silencioso, cotidiano, sostenido. La forma en que un restaurante trata a sus comensales, a sus productores, a su propio staff. Cómo cocina, cómo escucha, cómo crece. Es decir: si sos el número uno, no te la creas tanto. Y si no entraste o descendiste, no pasa nada: podés ser tan bueno como los que están arriba.
Una amiga me recuerda siempre una frase sencilla y certera: “Esto también pasará.” Es una verdad incómoda y liberadora a la vez: en los premios, como en la vida, hoy podés estar arriba y mañana más abajo, y justamente por eso ni la gloria debería marearte ni la caída debería definirte.
Está bien celebrar esta lista y cualquier premio del sector. Está bien buscarlos, disfrutarlos, emocionarse. Pero ningún proyecto vale solo por un ranking ganado o perdido. Felicito —de corazón— a quienes entraron y a quienes subieron posiciones. Felicito también a quienes trabajan con excelencia sin aparecer en ninguna lista. Y deseo, sinceramente, que Argentina encuentre una forma más madura, más generosa y más estratégica de mostrarse como destino gastronómico. El talento está; lo que falta es más unión. Este ranking lo confirma: estamos, pero podríamos estar mucho mejor.
Argentina en Latin America’s 50 Best Restaurants 2025
- #3 – Don Julio (Buenos Aires)
- #21 – Niño Gordo (Buenos Aires)
- #24 – El Preferido de Palermo (Buenos Aires)
- #27 – El Mercado (Buenos Aires)
- #35 – Aramburu (Buenos Aires)
- #36 – Trescha (Buenos Aires)
- #40 – Crizia (Buenos Aires)
- #50 – Julia (Buenos Aires)
- #64 – Ness (Buenos Aires)
- #69 – Mishiguene (Buenos Aires)
- #70 – Gran Dabbang (Buenos Aires)
- #77 – Alo’s (Buenos Aires)
- #78 – El Papagayo (Córdoba)
- #97 – Azafrán (Mendoza)
Otros premios especiales que marcaron la noche
La entrega de premios especiales también dejó momentos importantes. El Icon Award fue para Rodolfo Guzmán, de Boragó, un reconocimiento que me alegró especialmente porque su trabajo es enorme: investigación, identidad, territorio y una generosidad enorme con la escena de Chile y de Latinoamérica. Dio un discurso muy sincero,, y es un premio realmente merecido. El Latin America’s Best Female Chef Award quedó en manos de Tássia Magalhães, de Nelita, a quien he visto cocinar en distintos eventos y siempre me impresionó su energía, su claridad y la forma en que lidera. El Estrella Damm Chefs’ Choice Award, votado por los propios cocineros, fue para Alejandro Chamorro, de Nuema, un chef al que conozco, cuyo trabajo en Quito respeto profundamente. El premio a la sustentabilidad, el Flor de Caña Sustainable Restaurant Award, fue para ODA (Bogotá), y en este caso tengo una mirada muy directa: pasé varios días con ellos, conocí a sus productores, las huertas urbanas, el trabajo con el Jardín Botánico de Bogotá, y sé que este premio refleja un compromiso real. El Latin America’s Best Pastry Chef Award, otorgado a Bianca Mirabili de Evvai (São Paulo), es un reconocimiento importante dentro de la escena regional, aunque no conozco su trabajo de primera mano. Los mejores restaurantes de cada país fueron: El Chato por Colombia, Kjolle por Perú, Don Julio por Argentina, Boragó por Chile, Quintonil por México, Tuju por Brasil, Maito por Panamá, Sublime por Guatemala, Cordero por Venezuela, Sikwa por Costa Rica, Nuema por Ecuador y Arami por Bolivia. Estos premios, en conjunto, completan la lectura de una región que crece, se diversifica y sigue buscando nuevas formas de contar quién es.
Más info y lista completa en:
https://www.theworlds50best.com/latinamerica/en/list/1-50
